¿Ignoras la fecha de caducidad? Estos 13 alimentos deberían ser la excepción
La vida útil real de tus alimentos
Dependiendo del tipo de hogar en el que hayas crecido, las fechas que aparecen en los envases podían considerarse plazos estrictos con consecuencias casi catastróficas o, por el contrario, simples formalidades que se podían ignorar sin problema. La verdad está en un punto intermedio: hay varios factores que determinan si ese alimento que llevas semanas viendo en el armario o en la nevera sigue siendo apto para el consumo.
En este artículo desmontamos los mitos y errores más comunes sobre las fechas de caducidad y te contamos qué alimentos básicos, aunque parezcan seguros, conviene evitar una vez pasada esa fecha.
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Adaptado al español por Ana Niño, Redactora en español para loveFOOD.
¿Qué significan esas fechas?
Las fechas que aparecen en los envases de los alimentos suelen malinterpretarse. Se introdujeron como parte de los esfuerzos por estandarizar el etiquetado y reducir el desperdicio, así como para orientar a minoristas y consumidores sobre la frescura del producto, no sobre su seguridad. Los fabricantes determinan esas fechas a partir de pruebas de vida útil, aunque las normativas varían según el país. En el Reino Unido se generalizaron tras la normativa de 1980 sobre etiquetado de alimentos, mientras que en EE.UU. todavía no es obligatorio indicar ninguna fecha a nivel federal (excepto en los preparados para lactantes).
Canadá introdujo en los años 70 las etiquetas de “consumir preferentemente antes de” en los alimentos con vida útil inferior a 90 días, y en España la ley distingue entre “fecha de caducidad”, reservada para los productos muy perecederos, y “fecha de consumo preferente”, que se aplica a los que mantienen sus propiedades durante más tiempo.
¿Y por qué son importantes?
Para algunos alimentos, como la carne cruda, el pescado o los lácteos, la fecha de caducidad es fundamental para garantizar la seguridad alimentaria. Son productos que se estropean con rapidez y que pueden provocar intoxicaciones si se consumen pasada esa fecha.
En cambio, los alimentos con una vida útil más larga —ya sea porque han sido secos o en conserva, o porque son muy ácidos, azucarados o salados— suelen llevar una fecha de consumo preferente o consumir antes de estas indicaciones aparecen en una amplia gama de productos, desde congelados como guisantes o helados hasta alimentos secos como pasta y arroz, pasando por enlatados como alubias cocidas o tomates, e incluso quesos.
¿Cuál es la diferencia?
La principal diferencia entre la fecha de caducidad y la fecha de consumo preferente es que la primera está vinculada a la seguridad alimentaria, mientras que la segunda se refiere a la calidad del producto. Los alimentos con fecha de caducidad no deben consumirse pasada esa fecha porque pueden resultar peligrosos para la salud. En cambio, los que llevan fecha de consumo preferente pueden seguir siendo seguros después, aunque su sabor, textura o aspecto ya no sean los mismos.
Conviene recordar que la fecha de caducidad solo es válida si el alimento se conserva siguiendo las indicaciones del envase. Y, para añadir algo de confusión, en algunos productos también encontrarás la fecha de envasado, que señala cuándo se procesó el alimento, pero no ofrece información sobre hasta cuándo puede consumirse con seguridad.
Nada está escrito en piedra
Se calcula que alrededor de un tercio de todos los alimentos producidos en el mundo se pierden o se desperdician, lo que supone más de mil millones de toneladas al año, según el Instituto de Recursos Mundiales. Por eso no se trata de tirar comida en buen estado solo porque haya pasado la fecha del envase. Ahora bien, hay productos que realmente se estropean con el tiempo, sobre todo si han caducado hace meses o incluso años. Ni siquiera los alimentos secos duran para siempre: las grasas acaban volviéndose rancias y los ingredientes activos pierden su eficacia.
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Alimentos enlatados abollados
Consumir alimentos enlatados pasada su fecha de consumo preferente suele ser seguro siempre que la lata esté en buen estado. El problema aparece cuando la lata está abollada, ya que el riesgo depende de la profundidad y de dónde se encuentre el golpe. Las abolladuras pequeñas y superficiales no suelen tener consecuencias, pero si están cerca de las uniones o hacen que la lata se abombe, pueden afectar al sellado y favorecer el crecimiento de bacterias como el Clostridium botulinum, que provoca botulismo y supone un riesgo grave para la salud.
Lo recomendable es evitar las latas con abolladuras pronunciadas, signos de óxido o fugas. En caso de duda, lo más seguro es desecharlas, sobre todo si contienen alimentos con bajo contenido en ácido, como carne o legumbres.
Mayonesa y aderezos para ensaladas
La mayonesa comercial y algunos aderezos no se consideran alimentos perecederos, por lo que no necesitan refrigeración antes de abrirse. Sin embargo, si contienen huevo, aceites o lácteos, pueden estropearse con más facilidad. Aunque los productos que se venden en supermercados están pasteurizados y formulados para ser estables, pueden separarse, perder sabor o desarrollar bacterias nocivas si se rompe el precinto o se almacenan de manera inadecuada.
Una vez abiertos, conviene refrigerarlos, ya que se degradan con rapidez. En España, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) recuerda que los productos a base de huevo no deben consumirse pasada su fecha de caducidad debido al riesgo de intoxicaciones como la salmonelosis.
Harina
Aunque la harina no representa un gran riesgo para la salud si se consume pasada su fecha de caducidad, sí puede perder calidad, lo que afecta al sabor y a la textura de los productos de repostería. En cualquier caso, no conviene utilizar harina caducada desde hace años, sobre todo si no se ha conservado bien.
La harina, en especial la integral, contiene aceites que con el tiempo pueden oxidarse y volverse rancios, dando lugar a un sabor y un olor desagradables. Además, la harina envejecida puede perder su capacidad de desarrollar el gluten de forma adecuada, lo que repercute en la textura de panes, bizcochos o galletas. También puede convertirse en un caldo de cultivo para pequeños insectos; aunque no son peligrosos, nadie quiere encontrarlos en sus masas o pasteles.
Especias molidas
Casi todos tenemos algún bote olvidado en el armario, y lo cierto es que las especias caducadas desde hace tiempo rara vez resultan peligrosas. El problema es que las especias molidas van perdiendo sabor con los meses, sobre todo aquellas que contienen aceites más delicados. El cilantro, el comino y el pimentón se deterioran con mayor rapidez, a menudo en un plazo de seis a nueve meses, mientras que la canela, la nuez moscada, el clavo y la pimienta de Jamaica también van perdiendo intensidad a medida que se evaporan sus aceites volátiles.
Para conservarlas mejor, lo ideal es guardarlas en recipientes herméticos, alejados del calor y la luz. Las especias enteras se mantienen mucho más tiempo, así que molerlas justo cuando se necesiten ayuda a preservar todo su sabor. Como orientación, conviene renovar las especias molidas cada seis o doce meses para que los platos mantengan todo su aroma.
Arroz integral
El arroz integral tiene una vida útil más corta que el arroz blanco, normalmente de tres a seis meses desde su envasado, debido a su mayor contenido en aceites, que con el tiempo pueden volverse rancios incluso en el grano seco. Aunque puede seguir siendo seguro después de la fecha de caducidad, conviene comprobar si presenta señales de deterioro, como olor agrio o aceitoso, cambios de color o incluso la presencia de insectos.
Para conservarlo en mejores condiciones, lo recomendable es guardarlo en un recipiente hermético en un lugar fresco y seco. Otra opción es congelarlo también en un recipiente bien cerrado, lo que prolonga su vida útil. Después basta con dejarlo descongelar antes de cocinarlo como de costumbre.
Frutos secos
Los frutos secos tienen una vida útil relativamente corta debido a su alto contenido en grasas insaturadas, que los hace propensos a enranciarse. Almacenados a temperatura ambiente en un recipiente hermético y oscuro, la mayoría de los frutos secos duran entre cuatro y seis meses. Con el tiempo, sus aceites se oxidan y producen un sabor amargo o agrio. Aunque comer frutos secos rancios en pequeñas cantidades no es perjudicial, un sabor desagradable es una clara señal de que se han estropeado. Para conservarlos durante más tiempo, refrigéralos o congélalos para mantener su frescura.
Aceites de cocina
Desde el aceite virgen extra hasta el de nueces, cada variedad tiene propiedades diferentes que pueden afectar a su vida útil. Por regla general, puedes utilizar el aceite de cocina después de su fecha de caducidad si se ha conservado correctamente y no muestra signos de deterioro. La fecha que figura en el aceite de cocina suele indicar cuándo alcanza su máxima calidad, no una fecha límite estricta de seguridad.
Si el aceite huele fresco y no tiene un sabor amargo o extraño, por lo general es seguro utilizarlo. Sin embargo, si tiene un olor rancio, un sabor amargo desagradable o un aspecto turbio, es mejor desecharlo. El aceite rancio puede que no te haga enfermar, pero puede formar radicales libres en el organismo, que se han relacionado con el cáncer y el Alzheimer.
Hierbas secas
No es peligroso consumir hierbas secas unas semanas o incluso meses después de su fecha de caducidad, y realmente duran mucho más que la mayoría de los productos de despensa. Pero eso no significa que sean inmortales. Si abres un frasco y no huele a nada, no aportará nada a tus platos. Se trata más bien de un control de calidad. ¿Por qué utilizar hierbas viejas y rancias cuando las buenas pueden añadir tanto sabor a tu cocina?
Leche de fórmula para bebés
No es casualidad que la única fecha de caducidad obligatoria en cualquier alimento en EE.UU. sea la de la leche de fórmula para lactantes. En España y en la Unión Europea también es un producto con un control muy estricto, y nunca debe utilizarse una vez pasada su fecha de caducidad, incluso aunque el envase no se haya abierto. Con el tiempo, los nutrientes esenciales pueden degradarse y hacer que la fórmula deje de ser segura para el bebé.
Además, la leche de fórmula caducada puede no cubrir las necesidades nutricionales de los lactantes y resultar peligrosa si el polvo ha absorbido humedad o se ha contaminado. Por eso, conviene revisar siempre la etiqueta y desechar el producto en cuanto haya caducado, aunque sea solo un día, sustituyéndolo por uno nuevo.
Crackers
Las galletas saladas sin abrir pueden parecer en buen estado pasada su fecha de caducidad, pero muchas, especialmente las variedades más mantecosas o rellenas de queso, contienen grasas que con el tiempo pueden volverse rancias. En cambio, las galletas saladas simples o el pan ácimo tipo matzá suelen durar más gracias a su bajo contenido en grasas.
Cualquier producto enriquecido o con sabores añadidos es más propenso a desarrollar un gusto rancio o un olor desagradable una vez caducado. Incluso sin presencia de moho, un sabor amargo o a humedad es señal de que conviene desecharlas. Para conservarlas mejor, lo recomendable es guardarlas en un recipiente hermético y lejos de fuentes de calor.
Levadura
La levadura puede parecer un ingrediente básico de la despensa que dura para siempre, pero es más frágil de lo que crees. Una vez pasada la fecha de caducidad, especialmente si no se conserva en la nevera o el congelador, puede perder su poder de fermentación. Eso significa pan sin levadura y pasteles densos. La levadura seca activa y la instantánea a veces pueden seguir funcionando semanas después de la fecha de caducidad, pero solo si superan la prueba de fermentación: mézclalas con agua tibia y azúcar; si burbujean en 10 minutos, ¡siguen vivas!
Sobres de mezclas para hornear y levadura en polvo
La levadura en polvo y las mezclas para bizcochos o galletas en caja no duran indefinidamente, aunque a simple vista parezcan estar en buen estado. La levadura en polvo puede perder su fuerza pocos meses después de la fecha de caducidad, dando como resultado masas planas y densas. Una forma de comprobarlo es mezclarla con agua caliente: si no burbujea, ya no sirve.
Las mezclas de repostería preparadas pueden seguir siendo seguras, pero los impulsores químicos pierden eficacia y las grasas de brownies o galletas pueden volverse rancias. Si desprenden mal olor, tienen grumos o incluso insectos, lo mejor es desecharlas. Para alargar su conservación, conviene guardarlas en recipientes secos y herméticos.
Legumbres secas
Aunque el proceso de secado hace que la mayoría de las legumbres tengan una vida útil increíblemente larga, la frescura sigue influyendo en el sabor y la textura. Las alubias y las lentejas caducadas no son perjudiciales para la salud, pero pueden volverse duras, cocerse de forma desigual y perder sabor. ¿Lo más molesto? Algunas se ablandan más rápido que otras, dejando la mitad blanda y la otra mitad dura. Para conseguir sopas y guisos cremosos, lo mejor es respetar la fecha de caducidad y guardarlos en un lugar fresco y seco.
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