Las abuelas sí saben aprovechar la comida: Los 44 consejos de cocina que NO deben caer en el olvido
La abuela SÍ que sabe
Todos podríamos seguir de vez en cuando el libro de cocina de la abuela. Es probable que las generaciones que sobrevivieron al racionamiento en tiempos de guerra y a anteriores crisis del coste de la vida tengan algunos consejos de cocina estelares que compartir, ya sea para evitar el desperdicio de alimentos, para preparar panes y pasteles excepcionales o para alimentar a una multitud por menos dinero. Aquí hemos clasificado los consejos de la vieja escuela y los trucos prácticos que demuestran que la abuela siempre sabe más.
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Adaptado al español por Rocío Durán Hermosilla, Redactora en Español para loveFOOD.
44. Ablanda la carne con bicarbonato de sodio
Se ha comprobado que este método hace que incluso los cortes de carne más duros se vuelvan tiernos y jugosos. El secreto está en el bicarbonato de sodio, que altera las fibras de la carne para que no se unan con fuerza, dejando cada bocado más suave. Para obtener resultados rápidos, cubra los trozos de carne o pollo con 3/4 de cucharadita de bicarbonato de sodio antes de freírlos en la sartén. Para una salmuera seca, utilice aproximadamente el 1 % del peso de la carne en bicarbonato sódico y déjela refrigerar durante unas horas. También puede probar una salmuera húmeda (1 cucharadita de bicarbonato sódico por cada 250 ml de agua); simplemente deja reposar la carne durante 15 minutos antes de enjuagarla y secarla.
43. Utiliza especias cálidas para añadir profundidad a los platos salados
Las abuelas de todo el mundo saben desde hace generaciones que el secreto de un sabor inolvidable reside en las especias cálidas. Estos ingredientes aromáticos básicos, como la canela, el clavo, la nuez moscada y la pimienta de Jamaica, no solo aportan calor, sino que también añaden profundidad y complejidad tanto a los platos salados como a los dulces. En México, por ejemplo, la canela y el clavo se utilizan en guisos y moles, a los que aportan un sutil calor que perdura en el paladar. Por su parte, en Italia, una pizca de nuez moscada es casi imprescindible en la salsa bechamel (para la lasaña) o mezclada con el relleno de ricota para raviolis, canelones o tortellini.
42. Guarda los restos de verduras
Las abuelas saben cómo ser ahorradoras y aprovechar cada parte de los ingredientes, y eso también se aplica a las cáscaras y restos de verduras. Estos se pueden echar en una olla grande con agua hirviendo y aromáticos para crear el mejor caldo de verduras casero. ¿No tienes muchos restos? Puedes guardarlos en el congelador hasta que tengas suficientes para hacer un caldo.
41. Utiliza manteca de cerdo para una masa perfecta
Las abuelas saben que la grasa es uno de los mayores secretos de la comida deliciosa, y la manteca de cerdo (una grasa blanca semisólida producida al fundir el tejido adiposo del cerdo) es un auténtico favorito retro. Hoy en día no es algo que encuentres en muchas cocinas, pero hubo un tiempo en que la manteca se utilizaba de forma similar a la mantequilla en Norteamérica y Europa. Pero con el aumento de la popularidad de las grasas vegetales, cayó en desgracia, lo que es una verdadera lástima, porque hace la masa más deliciosamente crujiente y hojaldrada. La próxima vez que hornees, haz la masa con mitad de mantequilla y mitad de manteca de cerdo. No te arrepentirás.
40. Haz pan de soda si necesitas algo rápido
¿Necesitas pan que esté listo en un santiamén? ¿Por qué no pruebas el pan de soda irlandés? Una receta muy apreciada por innumerables abuelas, es muy rápida de hacer porque no lleva levadura: es solo harina, suero de leche y bicarbonato. Es mejor hacerla el día que la quieres; sin embargo, las sobras serían unas tostadas perfectas. Lo mejor es servirlo con un buen chorro de mantequilla.
39. Utiliza una cuchara de madera
Hay muchas buenas razones por las que la abuela siempre removía la comida con una cuchara de madera. Las cucharas de madera no solo son más suaves con los utensilios de cocina que las de metal, sino que también son adecuadas para una amplia gama de tareas, desde remover y raspar hasta servir. Las cucharas de madera tampoco reaccionan con los alimentos ácidos como pueden hacerlo las de metal, y además son muy duraderas y pueden durar muchos años si se cuidan adecuadamente.
38. Asar patatas en grasa caliente
El consejo de la abuela para hacer patatas asadas crujientes y esponjosas es calentar primero en el horno una fuente que contenga grasa, y luego dejar que se caliente increíblemente antes de meter las patatas. La grasa de oca o de pato funciona bien, ya que da a las patatas un sabor más lujoso y un acabado más crujiente que el aceite. Solo tienes que echar las patatas sancochadas (semicocidas previamente): el chisporroteo significa que está funcionando.
37. Utiliza las sobras de hojaldre para hacer pajitas de queso
Las abuelas son expertas en aprovechar los restos de comida. Si has hecho una tarta, no tires los restos de masa. En lugar de eso, junta la masa, extiéndela con un rodillo, espolvoréala con queso, vuelve a enrollarla y córtala en formas extravagantes. Hornéalas hasta que estén doradas y sirve las pajitas de queso con sopa o como tentempié. También puedes aprovechar la masa sobrante haciendo una pequeña tanda de tartaletas de mermelada o una empanada salada.
36. No cocines las hierbas frescas
Si añades hierbas frescas a una olla burbujeante, perderán su delicado y aromático sabor. En lugar de eso, espera a que el plato esté cocinado y espolvoréalas por encima. La única excepción es si la receta pide un bouquet garni, es decir, un manojo atado de hojas de laurel, tomillo y perejil (con los tallos). Esto debe cocerse en la salsa para añadir más sabor, y retirarse al final.
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35. Nunca hiervas el estofado
Una cosa que nunca verás hacer a la abuela es dejar que el estofado burbujee agresivamente en la placa. Aunque se trata de un plato relativamente fácil de cocinar, tendrás que echarle un vistazo de vez en cuando para removerlo, asegurarte de que hierve a fuego lento y evitar que se queme el fondo.
34. Utiliza las puntas de queso en los macarrones con queso
La abuela nunca tira nada, y puedes estar seguro de que esto se aplica a los trozos de queso al azar. He aquí una idea: desmenúzalos todos en los macarrones con queso para darles más sabor y desperdiciarlos menos. También puedes utilizar las cortezas de queso para enriquecer salsas de queso, risottos y guisos.
33. Prueba la harina para obtener el bacon más crujiente
Este práctico truco para el beicon ha resurgido recientemente en TikTok, pero es un truco de la vieja escuela. Para que el beicon quede más crujiente, espolvorea ligeramente las lonchas con una fina capa de harina antes de freírlas o asarlas. La harina absorbe parte de la grasa natural del beicon al cocinarse, lo que ayuda a que quede crujiente de forma más uniforme.
32. Pasa el azúcar a recipientes herméticos
¿Estás harto de que tu azúcar se vuelva grumosa y dura? A la abuela nunca le pasa, porque lo guarda en un recipiente hermético. El azúcar moreno se seca y se apelmaza cuando ha estado expuesto a demasiado aire. En el caso del azúcar blanco, un exceso de humedad provoca la misma reacción. En cualquier caso, guarda el azúcar en un tarro herméticamente cerrado para solucionar el problema.
31. No te pases con el queso
Es muy fácil dejarse llevar cuando se añade queso a un plato, pero las nonnas italianas conocen el significado de "menos es más", permitiendo que el queso realce un plato sin abrumarlo. Los cocineros italianos de la vieja escuela creen que el queso debe ser un toque final y no un ingrediente principal (a menos, claro está, que se trate de un plato destinado a resaltarlo, como la lasaña o una salsa de pasta con queso). Así que, la próxima vez que eches mano del parmesano, recuerda que a menudo basta con espolvorearlo ligeramente.
30. Cocinar manzanas magulladas en tartas
Todos somos culpables de tirar fruta de vez en cuando, excepto nuestras abuelas, que son expertas en evitar el desperdicio de alimentos. Piensa: ¿qué haría la abuela? Probablemente hornearla en algo rico. Cuando se convierten en una tarta dorada o en esponjosas magdalenas, las viejas manzanas (o bayas, o plátanos) cobran una nueva vida. ¿No tienes suficientes para hacer una tarta entera? Siempre puedes guardar los restos en el congelador hasta que te sobren.
29. Corta los tallos germinados del ajo
Nuestros abuelos nos dieron muchos consejos útiles para cocinar, como quitar los tallos verdes (signo de germinación) del ajo. Si lo comes crudo —en un aliño de ensalada, por ejemplo— tendrá un sabor amargo. Sin embargo, si lo cocinas en un guiso, no notarás la diferencia.
28. Cubre los platos con patatas fritas trituradas
Un plato casero y reconfortante, como un pastel de pescado, macarrones o una cazuela, no está completo sin el toque final de la abuela: una pizca de patatas fritas trituradas por encima. Esta capa extra de crujiente casi siempre mejora un plato, y funciona con casi cualquier cosa que contenga queso o patatas, o que se sirva en una cazuela.
27. Utiliza puré instantáneo
El puré de patatas instantáneo tiene un atractivo nostálgico arraigado en la cocina de conveniencia de mediados de siglo. Aunque se inventó en el siglo XX, el puré en paquetes fue muy popular en las décadas de 1960 y 1970, ya que permitía a los cocineros mezclar simplemente agua y leche en los gránulos de patata para conseguir un puré suave como la seda y sin grumos. Hoy en día está en desuso, pero no descartes del todo este ingrediente retro. Aunque puede que no lo utilicemos de la misma forma que la abuela, tiene infinidad de funciones, desde espesar salsas cremosas a dar volumen a pasteles de pescado, o como recubrimiento para pollo crujiente.
26. Guarda la mantequilla en una mantequera
Aunque parezcan un poco anticuados, estos platitos ayudan a que la mantequilla esté siempre untable. Si mantienes la mantequilla a temperatura ambiente, se deslizará suavemente sobre el pan y otros productos horneados sin grumos ni protuberancias. Aunque es perfectamente seguro guardar la mantequilla en un plato tapado sobre la encimera durante unos días, tampoco querrás que se derrita o se eche a perder, así que asegúrate de que el plato se guarda en un lugar fresco y alejado de la luz solar directa (sobre todo cuando hace calor).
25. Hornea con huevos a temperatura ambiente
Puede que hayas ignorado esta sabiduría, pero es sorprendentemente importante. Antes de empezar a hornear, asegúrate de que los huevos y la mantequilla guardados en el frigorífico estén a temperatura ambiente. Del mismo modo que la mantequilla caliente es mejor para mezclar, los huevos a temperatura ambiente se mezclan más fácilmente con la masa, lo que hace que los bizcochos sean más ligeros y consistentes.
24. Forra los moldes para tartas para evitar que se peguen
¿Recuerdas a tu abuela usando papel para forrar moldes de tarta antes de empezar a hornear? Aunque pudiera parecer una molestia innecesaria, en realidad servía para algo. En primer lugar, evita que el pastel se pegue, por lo que es más fácil sacarlo del molde. En segundo lugar, forrar las paredes del molde evita que el pastel se oscurezca demasiado.
23. Deja enfriar la tarta de queso en el horno
¿Te has preguntado alguna vez cómo la tarta de queso al horno de la abuela tenía siempre un aspecto tan suave y perfecto? Es casi seguro que la cocinaba al baño maría (una bandeja con agua) para que se cociera uniformemente, y luego la dejaba enfriar lentamente en el horno con la puerta entreabierta.
22. Derrite el chocolate sobre un cazo con agua
Fundir chocolate puede ser complicado, pero si algo hemos aprendido de nuestras abuelas es que la paciencia es la clave. Resulta tentador ponerlo a calentar en el microondas, pero este método suele quemar el chocolate. En lugar de eso, caliéntalo lentamente en un cazo con agua hirviendo a fuego lento, removiéndolo a medida que avanzas, y recuerda apagar pronto la placa, ya que seguirá derritiéndose con el calor residual. Si se calienta demasiado (o si te precipitas), el delicioso chocolate se volverá grumoso.
21. Mantén la comida caliente en el horno
Si preparas varios platos, mantén los que estén listos en el horno hasta que el resto esté hecho. Así podrás servir toda la comida caliente y no tendrás que preocuparte por los tiempos. Eso sí, asegúrate de que la temperatura del horno está muy baja para evitar que la comida siga cociéndose.
20. Añade pan a tu tarro de azúcar
Te habrás preguntado por qué la abuela guardaba terrones de pan dentro de su tarro de azúcar, pero en realidad se trata de un método infalible para evitar que se apelmace y endurezca. El pan contiene humedad natural y, al colocarlo en un tarro, libera la humedad suficiente para evitar que el azúcar (sobre todo el moreno) se endurezca. El pan no humedecerá ni enmohecerá el azúcar, ya que el azúcar es un conservante natural, pero mantendrá un sutil equilibrio de humedad, manteniendo los gránulos de azúcar sueltos y fáciles de recoger. Sustituye el pan cada pocas semanas para obtener los mejores resultados.
19. Cultiva tus propias hierbas, tomates y chiles
Antiguamente, cultivar tu propia fruta y verdura era lo último para ahorrar dinero. En tiempos difíciles, también era una necesidad. Haz como tus abuelos e inténtalo: puede que no sea más barato, pero te garantizamos que sabrá mejor que lo que compras en el supermercado. Empieza con una planta que puedas tener en la repisa de la ventana, como una tomatera, una guindilla o una albahaca.
18. Guarda los huesos de pollo para hacer caldo
Sabes que te has convertido en tu abuela cuando empiezas a guardar los huesos de pollo sobrantes en el congelador para convertirlos en caldo más tarde. Tienen demasiado sabor y nutrientes como para tirarlos a la basura. Utilízalos para hacer una base para sopas, guisos y curry, y así no tendrás que usar pastillas de caldo compradas en la tienda.
17. Llevar registros
Hoy en día, es mucho más probable que busques una receta en Internet, pero hay algo muy especial en encontrar una tarjeta de receta escrita a mano o una nota garabateada en los márgenes de un viejo libro de cocina. Todos estamos acostumbrados a tomar notas digitalmente, pero merece la pena seguir la vieja escuela y tener a mano un bloc de notas y un bolígrafo para anotar ideas y recetas interesantes mientras cocinas. Así tendrás algo único que podrás transmitir a las generaciones futuras.
16. Haz tus propias jaleas y chutneys
Lo mejor de la cocina de la abuela es que siempre sabes qué ingredientes lleva. Inspírate y prepara tus propias jaleas y chutneys en lugar de comprarlos en una tienda; también es una forma estupenda de aprovechar la abundancia estacional de bayas, frutas o verduras que puedas tener. Sabrán mucho mejor y, además, serán un regalo estupendo para amigos y familiares.
15. Añade más de lo que necesites
"Solo un poco más" es una frase que se oye a menudo en casa, y es un consejo útil cuando se hacen comidas informales. Deja de lado la necesidad de seguir siempre una receta; en lugar de eso, prueba sobre la marcha. Añade un poco más de sal, un poco más de caldo, un poco más de agua... lo que creas que necesita el plato. Pronto se convertirá en algo natural.
14. Pesa los huevos para conseguir el bizcocho perfecto
Las abuelas británicas tienen una técnica infalible para asegurarse de que sus bizcochos Victoria -pasteles tradicionales ingleses conocidos por su textura ligera y aireada- estén siempre deliciosos. Para obtener unos resultados perfectos, pesa los huevos antes de romperlos y utiliza el mismo peso de harina, mantequilla y azúcar para el bizcocho. Al final, tendrás un bizcocho perfectamente ligero y húmedo que podrás decorar a tu gusto.
13. Rueda los limones antes de exprimirlos
Puede que hayas visto a tu abuela rodar elegantemente un limón, una lima, un pomelo o una naranja bajo la palma de la mano antes de exprimirlo, y hay una razón ingeniosa por la que lo hacía. Hacer rodar los cítricos sobre una superficie dura rompe las células del interior, de modo que al cortarlos puedes exprimir más zumo.
12. Dale color a la carne
Las comidas cocinadas a fuego lento son la especialidad de la abuela. Siempre tienen el mejor sabor, y eso es porque ella dora primero la carne. Hazlo por tandas (o asegúrate de que hay mucho espacio en la olla) antes de añadir los demás ingredientes y bajar el fuego. Si utilizas una olla de cocción lenta moderna, puede que tenga una función de dorado incorporada.
11. Añade verduras hacia el final de un guiso
¿Alguna vez has comido un guiso triturado? No es lo peor, pero lo ideal es que las verduras conserven su forma. Como las zanahorias, las patatas, los guisantes y la calabaza tardan menos en cocerse que la carne, añádelas hacia el final para evitar que se cuezan demasiado. Alrededor de media hora debería bastar para ablandarlas, pero sin que pierdan un ápice de sabor.
10. Añade aire en las tortas
¿Alguna vez te encargó tu abuela que tamizaras los ingredientes secos o doblaras la mezcla para tartas cuando eras pequeño? Hay una buena razón para que te enseñara de joven: estos pasos son esenciales para incorporar aire a los pasteles, haciéndolos ligeros y de ensueño. Tamizar también es esencial para eliminar los grumos de los ingredientes secos.
9. Espesar salsas con harina de maíz
No hay nada peor que una salsa de curry demasiado fina, o una salsa demasiado aguada. Pero no hay por qué desesperarse; la abuela lo arreglaba con una cucharada de harina de maíz. Es una forma estupenda de espesar salsas dulces y saladas. Solo tienes que acordarte de mezclar primero la harina de maíz con agua fría, de lo contrario el plato quedará grumoso.
8. Quita la grasa de la parte superior
Si te queda una gran mancha de aceite en la superficie del plato terminado, puedes hacer varias cosas. La primera opción es dejar que el plato se enfríe y quitarle el aceite con una cuchara cuando se haya endurecido. También puedes secarlo con unos trozos de papel de cocina. Otra opción es evitar que se forme, eliminando parte de la grasa de la carne antes de empezar a cocinar.
7. Seca el pollo para que se dore
¿Has visto alguna vez a tu abuela secando el pollo a palmaditas? Puede parecer algo extraño, pero es un paso vital que elimina el exceso de humedad de la piel y permite que se dore y quede crujiente, en lugar de al vapor. Solo tienes que secar el pollo crudo con papel de cocina hasta que esté bien seco, y luego cocinarlo normalmente.
6. Invierte en una sartén de hierro fundido
Hoy en día, la sartén a la que recurrimos la mayoría de nosotros es una antiadherente, pero nuestras abuelas valoraban la tradición del hierro fundido y a menudo transmitían reliquias muy queridas de generación en generación. Estas sartenes son increíblemente duraderas y versátiles, y retienen el calor excepcionalmente bien, lo que hace que la cocción sea uniforme y los sabores ricos. Además, las sartenes de hierro fundido son antiadherentes por naturaleza (si están bien sazonadas) y pueden pasar de la placa al horno, lo que las hace perfectas para toda una gama de platos.
5. Añade bicarbonato de sodio para pelar los huevos fácilmente
Pelar huevos duros sin romperlos es muy complicado: la cáscara se pega, se desprenden trozos de clara y tus sueños de platos de huevo perfectos se desmoronan. Por suerte, hay un truco sencillo y tradicional que puedes utilizar: añade media cucharadita de bicarbonato sódico al agua hirviendo. Esto aflojará la membrana entre la cáscara y la clara, lo que facilitará mucho el pelado una vez que los huevos estén cocidos. Para obtener los mejores resultados, empieza siempre a cocer los huevos en agua fría.
4. Sirve la comida en platos calientes
Otra forma de asegurarte de que la comida se mantiene bien caliente hasta que llega a la mesa es calentar los platos antes de servirlos. Puedes hacerlo metiéndolos en un horno caliente durante 10 minutos, o colocándolos en un fregadero con agua muy caliente durante unos minutos (esto último es lo mejor para los platos delicados que no pueden ir al horno). Asegúrate de mantener baja la temperatura del horno para evitar que los platos se calienten demasiado.
3. Lo que crece junto, va junto
Este viejo refrán es realmente cierto: los ingredientes de temporada que maduran al mismo tiempo tienden a saber muy bien juntos. Piensa en melocotones frescos y tomates maduros en verano, o en espárragos frescos y patatas nuevas en primavera. Es una idea sencilla, pero nuestros abuelos conocían instintivamente los beneficios de la alimentación estacional.
2. Guarda la grasa
Es tentador tirar la grasa que se desprende del tocino, el cerdo o el pato al cocinar, pero no lo hagas: este precioso líquido es una auténtica bomba de sabor. Antiguamente, esta grasa o goteo se servía para untar; de hecho, en el Reino Unido, el "pan y goteo" se consideraba una verdadera delicia después de un asado dominical tradicional. Es increíble para añadir un toque extra de sabor a las patatas asadas, o para freír prácticamente cualquier cosa. No tengas miedo de untarlo también en tostadas. Guarda el jugo de carne en un recipiente tapado: durará en el frigorífico alrededor de una semana y en el congelador unos seis meses.
1. Haz más de lo que necesites
Si vas a cocinar un asado o un estofado, la abuela siempre aconseja elegir un corte de carne grande. En primer lugar, es mejor tener un poco de más que de menos, ya que no puedes hacer más rápidamente si la gente quiere una segunda ración. Y, si te sobra, puedes (y debes) usarla en bocadillos, risottos, platos de pasta y mucho más. Un pollo asado puede ser suficiente para comer al día siguiente y, por supuesto, puedes guardar los huesos para hacer caldo.
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