Dicen que somos lo que comemos. Si eso es así, algunas de las figuras más famosas de la historia podrían no ser quienes creíamos que eran.
¿Quién hubiera pensado que Jane Austen, una de las novelistas más legendarias de Inglaterra, tenía debilidad por los sándwiches de queso? ¿O que Ernest Hemingway hacía las mejores hamburguesas de la zona?
Desde la pasión de Abraham Lincoln por las manzanas hasta la obsesión de Mark Twain por las ostras, repasamos algunos de los alimentos favoritos (a menudo sorprendentes) de personajes históricos.
Sigue leyendo para descubrir los alimentos preferidos de grandes nombres del pasado, desde la realeza y los políticos hasta escritores y compositores.
Adaptado al español por Alba Mora Antoja, Redactora en Español para loveFOOD.
Durante mucho tiempo, los espárragos se han considerado un afrodisíaco, aunque no se sabe si esa era la razón por la que el general romano Julio César era tan aficionado a ellos.
De hecho, le gustaban tanto que se ha documentado su decepción cuando se los prepararon mal. Al parecer, se los sirvieron con resina de mirra, en lugar de como a él le gustaban: con un chorrito de aceite de oliva.
El primer emperador romano, Augusto César, también era un gran admirador y mantenía una "flota de espárragos" para garantizar el suministro constante a su mesa.
El príncipe del pop art creó una serie de dibujos titulada Love is a Pink Cake (“El amor es un pastel rosa”). Al parecer, no era solo una metáfora. Le encantaban los pasteles. De hecho, le encantaba todo lo dulce y una vez dijo: "Lo único que realmente quiero es azúcar".
Sin embargo, cuando hacía sus propios pasteles, seguía una "receta" que no impresionaría precisamente en una fiesta de cumpleaños o en un desayuno de boda. Según el crítico de arte y conservador Bob Nickas, la idea que tenía Warhol de hacer un pastel era poner una barra de chocolate entre dos rebanadas de pan.
Frank Sinatra sentía un profundo amor por la cocina italiana, desde los espaguetis con almejas hasta la milanesa de ternera. Según los propietarios del restaurante italiano Patsy's, uno de los lugares favoritos del cantante y actor (y que sigue regentado por la familia Scognamillo en Nueva York), las alcachofas rellenas siempre eran un éxito.
El restaurante las prepara con aceitunas negras, hierbas, alcaparras, guindilla y parmesano, con solo un poco de ajo, ya que a Sinatra le parecía que le daba un sabor demasiado fuerte.
La legendaria estrella de cine, más conocida por musicales como Cantando bajo la lluvia, era aparentemente un talentoso chef, además de bailarín, cantante y actor.
Entre las recetas que dejó el icono de Hollywood, se encontraba su coq au vin favorito, una receta compleja que señala que son los "pasos adicionales" los que la hacen "tan buena". Estos incluyen dorar el pollo y las verduras, flamear y luego terminar el guiso con aproximadamente la mitad de la salsa, lo que "intensifica" el sabor.
No es precisamente el estilo de cocina de "echarlo todo en la olla y ver qué pasa".
Pero no a todos les gusta cocinar...
Enrique VIII es quizás el rey británico más asociado con la glotonería, y las descripciones de los banquetes celebrados en el Palacio de Hampton Court parecen confirmar esa imagen.
Las mesas se doblaban bajo el peso de bandejas de caza asada, pasteles de carne, venado y cisne, aunque al rey le gustaban especialmente las frutas, tanto frescas como en mermelada. Solo él disponía de un tenedor para comer (el resto se utilizaban principalmente para servir y trinchar) y lo utilizaba para devorar dulces, según el portal Historic Royal Palaces.
La quiche lorraine, cuyo nombre hace referencia a la región francesa de Alsacia-Lorena, se sirve más habitualmente en bufés y cafeterías como opción para almorzar. Pero, al parecer, Alfred Hitchcock devoraba esta tarta tan decadente para desayunar.
El propio Hitchcock decía que le "daban miedo los huevos", por lo que se supone que su esposa, la guionista y (según el director) "excelente" cocinera Alma Reville, los rompía y los horneaba en una masa de trigo junto con jamón, cebolla, sal, nuez moscada, pimienta de cayena y leche.
El primer presidente de Estados Unidos ocupó el cargo desde 1789 hasta su jubilación en 1797. Los registros de la plantación Mount Vernon de los Washington arrojan luz sobre algunas de sus preferencias culinarias, así como su afición por los helados.
George y la primera dama Martha organizaban regularmente fiestas con helados y limonada. El inventario de su cocina muestra la compra de varias heladeras, una "máquina de helados" y utensilios para preparar y servir helados. También solían servir "helados" en las cenas, junto con jaleas, frutas y tarta de manzana.
El escritor era famoso por beber que por comer. Pero parece que su alimento favorito era la hamburguesa americana perfecta. Tanto es así que perfeccionó una receta, y dejó constancia del método y los ingredientes de sus hamburguesas tras su muerte en 1961.
La receta demuestra que no hay razón para que las hamburguesas sean "grises, grasientas, finas como el papel y sin sabor", y sugiere mezclar "ingredientes deliciosos" como alcaparras, salsa picante, cebolla, ajo, salvia y otros condimentos con la carne magra, y servir las hamburguesas "crujientes por fuera y jugosas y rosadas por dentro".
La criatura del Dr. Frankenstein suele representarse de color verde en las tiras cómicas y las películas, por lo que parece apropiado que uno de los alimentos favoritos de la autora Mary Shelley fuera, al parecer, la col rizada.
Esta verdura de hoja verde bosque podría considerarse hoy en día un superalimento, pero la col rizada también era muy popular en el siglo XIX. Shelley, cuya influyente novela gótica Frankenstein se publicó en 1818, probó la dieta vegetariana junto con su marido, el poeta Percy Bysshe Shelley, e incluso envió col rizada en un paquete a su tía Everina.
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El plato favorito del líder francés Napoleón Bonaparte recibió su nombre de la batalla de Marengo de 1800 contra las fuerzas austriacas. Napoleón, victorioso y aparentemente hambriento, pidió a su chef que le preparara una comida.
El cocinero consiguió un pollo, tomates, hierbas, aceite de oliva, cangrejos y huevos, que se convirtieron en la base de este plato, salteado y guisado al fuego. Los huevos y los cangrejos formaban la guarnición, y se convirtió no solo en su plato favorito, sino también en un clásico francés.
A Churchill le gustaba comer, y mucho. Según las notas de su cocinera personal, Georgina Landemare, publicadas en Churchill's Cookbook por el Museo Imperial de la Guerra de Londres, se deleitaba con langosta, marisco y queso Stilton, y complementaba las raciones de guerra con productos de la finca de Chartwell y regalos de amigos.
Entre sus platos más solicitados se encontraban el consomé (no le gustaban las sopas cremosas) y la comida tradicional inglesa, siendo el roastbeef con Yorkshire puddings (una masa horneada a base de huevo con forma de cuenco, típica de la cocina británica) uno de sus favoritos.
A menudo se considera a John F. Kennedy como el primer presidente foodie desde Thoma Jefferson. Sin duda, los Kennedy compartían el gusto del padre fundador por la buena cocina francesa. La primera dama Jackie contrató al famoso chef René Verdon para dirigir las cocinas de la Casa Blanca.
Aunque a menudo se le encargaba preparar platos refinados para cenas de gala, Verdon recordaba en su libro de cocina de 1967 cómo al presidente "le encantaba" la sopa de almejas de Boston, preparada al estilo cremoso propio de sus raíces en Massachusetts. Solía tomar esta sopa para almorzar, a menudo acompañada de un sándwich y fruta.
El novelista francés Marcel Proust, conocido por su épica serie publicada en 1913 En busca del tiempo perdido, utilizó las magdalenas como metáfora de cómo los olores, los sabores y los sonidos pueden transportarte a tu infancia o evocar un recuerdo poderoso.
Escribió que la magdalena "no me evocaba nada antes de probarla", pero que, una vez mojada en té y al tocar su paladar, le provocó un "placer exquisito" y una "alegría todopoderosa". Esta sensación se conoce ahora como "magdalena de Proust".
El autor de Las aventuras de Tom Sawyer y Huckleberry Finn se deshizo en elogios hacia su comida favorita. En 1864, en San Francisco, en la cúspide de la fama, Mark Twain escribió que se sentía obligado a "pasar a la cena y devorar ostras preparadas de todas las formas seductoras imaginables". Se alojaba en el Occidental Hotel de la ciudad, al que llamaba "el paraíso en media concha".
Más tarde, durante uno de sus viajes, Twain escribió una lista de unos 60 alimentos que echaba de menos, con cinco entradas dedicadas a las ostras: en sopa, fritas, guisadas, en media concha y asadas.
Sammy Davis Jr., que protagonizó la película original Ocean's 11 junto a Dean Martin y Frank Sinatra en 1960, prefería los espaguetis con albóndigas a cualquier otro plato. Y, como declaró al periódico Evening Independent en 1966, su amor por la pasta le venía de la época en que viajaba con su padre, cuando actuaban en bares por un pequeño salario, alojamiento y manutención, y "los espaguetis eran lo más barato para llenar a un actor".
Al compositor austriaco del siglo XVIII le encantaba comer, y al parecer su plato favorito consistía en albóndigas de hígado fritas en mantequilla y acompañadas de una generosa ración de chucrut (col fermentada).
Solía hablar de su afición por este y otros platos, incluidas las opulentas comidas que degustaba en bailes y banquetes, en sus cartas personales, en las que también declaraba su amor por el billar y mostraba una tendencia al humor escatológico.
Monarca británica desde 1837 hasta su muerte en 1901, la reina Victoria no se cortaba a la hora de comer. Le encantaban los dulces de todo tipo, incluidos los bizcochos. Pero eran las patatas las que realmente le abrían el apetito, según The Private Life of the Queen by a Member of the Royal Household, un relato anónimo publicado en 1901.
Según el relato, "Su Majestad confiesa tener una gran debilidad por las patatas, que se le cocinan de todas las formas imaginables".
La escritora inglesa (1882-1941) adoraba la cocina clásica francesa e incluyó lo que se considera uno de sus platos favoritos en su novela de 1927, Al faro. La cocinera, Marthe, pasa tres días preparando boeuf en daube, un guiso de ternera, cebolla, hojas de laurel y vino que se describe como "un triunfo" y que tiene "un aroma exquisito".
El amor de Woolf por la comida en general también es bien conocido y queda demostrado en la famosa frase de Una habitación propia: "No se puede pensar bien, amar bien, dormir bien si no se ha cenado bien".
El compositor, que nació en Bonn, Alemania, en 1770 y murió en Viena, Austria, en 1827, dijo: "Quien miente no tiene un corazón puro y no puede hacer una buena sopa". Por lo tanto, debía de ser muy exigente con la sopa que tomaba, y al parecer su favorita era la sopa de pan con huevos crudos.
También le gustaba mucho la pasta con queso (aunque en aquella época no era un plato barato) e insistía en que le prepararan exactamente 60 granos de café para su café matutino.
Al siguiente personaje, le encantaban las manzanas. Y no, no estamos hablando de Newton.
Parece que Abraham Lincoln, presidente de los Estados Unidos desde 1861 hasta su asesinato en 1865, tenía gusto por las cosas sencillas y dulces de la vida. Al parecer, su comida favorita eran las manzanas crujientes y ácidas.
El presidente más emblemático también era aficionado a ellas horneadas en el postre más emblemático de Estados Unidos, la tarta de manzana. Sin embargo, normalmente se comía una manzana con un vaso de leche para almorzar, y al parecer se la comía entera, con el corazón incluido.
Este es un caso excepcional en el que la comida favorita de un personaje histórico se ha hecho mucho más famosa que el propio personaje. Sí, el filete Chateaubriand recibe su nombre del escritor y aristócrata napoleónico François-René de Chateaubriand, cuyo chef, según se dice, inventó esta forma de prepararlo en el siglo XIX.
Al parecer, el cocinero envolvía un trozo grande de carne de vacuno deshuesada con filetes de menor calidad, ataba el paquete con un cordel antes de asarlo o cocinarlo a la parrilla y desechaba las capas exteriores.
Según el libro de 2014 Dictators' Dinners: A Bad Taste Guide to Entertaining Tyrants (“Cenas de dictadores: una guía de mal gusto para entretener a tiranos”), Benito Mussolini prefería una ensalada sencilla con ajo picado, aceite y zumo de limón recién exprimido.
Despreciando la comida francesa por considerarla insípida, el dictador italiano, que lideró el partido fascista del país desde los años veinte y se alió con Hitler durante la Segunda Guerra Mundial, prefería la cocina casera y le gustaba comer en casa con su familia.
La autora de Orgullo y prejuicio era especialmente aficionada a los sándwiches tostados de queso, según un "libro de cocina" escrito por Martha Lloyd, amiga íntima de Austen. La receta de Lloyd consistía en queso rallado, un huevo, mostaza y "un poco de mantequilla" gratinada sobre pan tostado.
El libro incluye notas escritas entre 1798 y 1830, mientras vivía con la autora, su hermana y su madre, que fueron publicadas por Bodleian Library Publishing como Martha Lloyd’s Household Book.
Jane también mencionó su amor por los sándwiches tostados de queso en una carta a su hermana, en la que contaba cómo una amiga los había pedido para cenar.
Al igual que Jane Austen, Franklin Delano Roosevelt adoraba los sándwiches de queso a la parrilla. Su amor por este sándwich fundido está tan bien documentado que ahora hay restaurantes y cafeterías que sirven un sándwich en su honor.
Presidente de los Estados Unidos de 1933 a 1945 y a quien se le atribuye haber sacado al país de la Gran Depresión con su innovador New Deal, prefería los alimentos que "podía hincar el diente", según la ama de llaves de la Casa Blanca, Henrietta Nesbitt.
Los sándwiches de queso fundido a la parrilla eran los primeros de la lista, seguidos de cerca por los perritos calientes y los huevos revueltos.
Al siguiente presidente de los Estados Unidos le gustaba un alimento que irían de lujo con un sándwich de queso.
El tercer presidente de los Estados Unidos, que ocupó el cargo entre 1801 y 1809, tuvo una gran influencia en los gustos culinarios. Se le atribuye la introducción de algunos de los alimentos favoritos del país, al traer ingredientes y recetas de su época como ministro en Francia.
Incluso se cree que ayudó a popularizar las patatas fritas. Hemings, el chef esclavo de Jefferson, preparaba patatas fritas "al estilo francés": probablemente pequeñas rodajas planas de patata en lugar de patatas fritas largas y finas, fritas en abundante aceite desde crudas.
Si alguna vez has probado los huevos a la florentina, tienes que agradecérselo a Catalina de Médicis, al menos por el nombre. Cuenta la historia que cuando la joven noble se casó con el rey Enrique II de Francia en 1533, llevó su amor por las espinacas a la corte real.
Declaró que cualquier plato que incluyera esta verdura se llamaría "a la florentina", en honor a la ciudad donde había nacido. Se dice incluso que pedía que le sirvieran espinacas en todas las comidas.
Hoy en día, gracias a las aplicaciones de reparto a domicilio, recibir tus platos favoritos en casa es muy fácil. Pero incluso ahora, la mayoría de la gente no se toma la molestia de pedir comida de restaurante a domicilio internacional, como se dice que hizo la actriz Elizabeth Taylor mientras rodaba Cleopatra.
Mientras trabajaba en Roma, pidió al restaurante Chasen's de Hollywood que le enviara 9,5 litros de su chili con carne porque le apetecía mucho. El chili con carne, elaborado con ternera, cerdo, alubias pintas y pimientos verdes, también llevaba una barra entera de mantequilla.
Al actor de cine mudo Charlie Chaplin se le veía a menudo comiendo cosas extrañas en sus películas, como el zapato que se comió su famoso personaje en La quimera del oro (que en realidad estaba hecho de regaliz).
Lo que quizá no tanta gente sabe es que Chaplin también aportó recetas personales a varias publicaciones, a menudo con fines benéficos, y que tenía un par de platos favoritos sorprendentes.
Además de ser aficionado al callo guisado y al estofado de cordero, era un gran fan del curry.
Última actualización por Laura Ellis.
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